Medellin 17 de septiembre de 2014
Al darle comienzo a éste escrito algunas saladas lágrimas recorren
y caen por mi tosco semblante quizá por mis incongruentes actos
o tal vez por tu abandono.
El ambiente está turbado. Aún recuerdo aquella tarde en que te perdí.
Aunque era un día en el cual el sol exhibía todo su fulgor, para mí era gris,
incoloro, lóbrego, nublado, oscuro... Desde aquel día me la he pasado solo
sol a sol y aislado de las personas y sus premoniciones, entre melancolías y
nostalgias...
Súbitamente después de tu retiro, escudriñé centenar de libros para tratar de
refugiarme en historias, pensamientos y letras ajenas a mí para tratar de ocupar
mi mente y no recordar tu aguerrida y dolorosa partida por momentos; pero esos
intentos fallaron, pues cada página leída era un instante en el cual te sentía más
lejana, y, por cada página ojeada un horizonte más que nos separaba.
Hoy al caer la noche me encuentro sentado en éste bar y en el instante
(20 Septiembre de 2014, 8:54 pm) me siento neutro. En medio de la música
—a la cual soy indiferente—, el bullicio y las "compañías" desconocidas que sólo
murmuran —Algunas son mudas— y otras que lloran sus penas también, solicito
una cerveza. Al sorber de la misma beso la botella y bebo de tus labios. En cada
trago que bebo —Después de docenas de tragos— me embriago de ti y siento que
por más que pasa el tiempo no dejo de amarte, no puedo arrancarte de mi pecho.
No soporto más verte en todos lados menos a mi lado. Esta dilación de tu amor está
convirtiendo mi corazón en añicos de átomos.
Declaro mi absolución sobre tu pérdida.
¿Es ésto una vorágine?¿es ésto estar enamorado? si no lo es, decapitenme.
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